SI TE ENFADAS RESPIRA.

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martes, 13 de abril de 2010

No hay día de descanso

Martes medio día.

-¿Que hay para comer?-
-Está en la cocina, abre la nevera y lo encontraras.
No me ha gustado el día de hoy, la mañana ha ido demasiado lenta y no me picaba la curiosidad por nada, me revolvía en la cama aun que hiciera cinco minutos que sonaba el despertador, llevaba el pelo sucio así que después de un desayuno con falta de hambre me he metido en la ducha, el baño estaba frío y el agua no encontraba su termino medio, el champú rechazaba mis ofensas cuando lo sujetaba con fuerza para que no se me escurriera, pero sin lograrlo.
Luego, vístete, péinate, arréglate...
No recuerdo ni las palabras que balbuceaba mi vecina cuando me la he topado en el ascensor, y llegando a la planta baja me preguntaba por el tiempo.
No, no era un buen tiempo, estaba nublado.
Como me iba a gustar un cielo nublado sin esos rayos de sol que suelen sacar la felicidad de las mañanas.
No, no era un buen día.
Salí por la puerta y empecé a andar sin prisa, pero sin pausa. El reloj marcaba las 08:25. ¿Por favor.. quien había cambiado las luces de la farmacia?
Rescate de mi bolsillo un pequeño papel mientras buscaba las irregulares luces del semáforo, que siempre se ponen en rojo cuando llegas a ellas.
-Unos pantalones pitillo rojos o lilas. Un vestido de verano, NO + CAMISETAS!!-
Que alegría... justo cuando el semáforo se posa en verde giro la cabeza y diviso a mi mejor amiga subiendo la cuesta arriba desde su casa para ir al instituto.
Otra vez en rojo.
Mire otra vez el reloj de la farmacia: 8:29.
Llegare tarde. ¿Por que a mi? Tenía como una especie de presentimiento, no era bueno, era como un buen humor que aparecía ahora.
Recordaba como si hubiera pasado en ese mismo momento el día anterior, las risas que nos hicimos yo y Marta (mi mejor amiga) desde la salida del instituto para ir al centro comercial, asta que volvimos a casa.
Eso era felicidad, eso era de verdad lo bueno. Pero en ese momento sentía como una alegría que no salía de dentro.
Era él, hora empezaba a subir la cuesta. Ora vez en rojo.
Hoy no llegaría nunca, el sudor de mis manos empezó a dispararse, y oí en mi interior como una voz que me gritaba -tiratee a la carretera!!.-
Lo siento querida voz pero hoy no será tu día.
Cogió mi mano, y al fin pasamos el estúpido paso de zebra para llegar a la otra calle. Intente mirarle a los ojos pero mi propio pelo me tapaba la visión.
Quería disculparme con el por haber sido tan borde y bocazas ayer, me había pasado. No me miró, quizás no se acordaba.
Subimos las escaleras asta nuestra clase. Podía oler el olor de su colonia, y el rozar de su chaqueta contra mi muñeca, pude ver también la manera con la que meditaba sobre sus propios pasos.
¿Que podría estar pasando por esa cabeza tan y tan desconocida para mi?
Tardaba mucho en sonar la campana de salida y ya me sentía nerviosa por irme de allí.
Habíamos discutido, prácticamente desde hacía dos horas interminables, y no sabía si quería ver como salía feliz con sus amigos.

Odio su forma de ser.
Odio sus ojos.
Odio su sonrisa.
Odio su manera de hablar.
Odio sus juegos, sus malditos pasos lentos y pensativos sin decirme nada.
Lo ODIO.


Pero lo peor de todo es que no le odio. Si no que me gusta todo lo que es y lo que le hace ser él.

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